Solsticio de 2015

En estos días todo el mundo hace alarde de su bondad. Todos sacamos nuestra cara más amable y deseamos a todos los demás multitud de bendiciones.

Pues yo NO voy desearle felicidad a TODO el mundo.

Hoy me quiero dirigir SOLO a esas personas que día a día intentan hacer felices a los que le rodean.

Aquellos que creen que las cosas pueden ser de otra manera, los soñadores.

Los que te brindan la mano cuando necesitas apoyo, los solidarios.

Los que te regalan un abrazo cuando estas desolado, los comprensivos.

Los que te sonríen para endulzar tu tristeza, los optimistas.

Los que sufren cuando tú sufres, los empáticos.

En definitiva, los que hacen que nuestras nubes negras se disipen.

A todos estos seres imprescindibles quiero decirles que de mayor quiero ser como ellos.

Y que les deseo que ojalá que les vaya bonito, ojalá que se acaben sus penas.

A los demás, los sanpamí, los uraños, los intolerantes, los insolidarios, los rencorosos, los indolentes, y los que por lo que sea todavía no somos así. A todos estos no me apetece desearles felicidad. Les deseo que cambien, que aprendan a pensar en los demás, que olviden los errores ajenos, que empatizen con los que sufren, que disfruten fundiéndose con los que le rodean, que lloren y rían al ritmo de su gente. Que vivan al compás de sus látidos. Si el destino les concede este deseo, solo si esto ocurre, serán felices.

Y ahora, para celebrar que comenzamos otra vuelta al sol, levanto mi copa y brindo por la vida… aunque a veces duela.


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