Archivo mensual: enero 2018

Soníos negros

SONÍOS NEGROS es una expo que intenta reflejar ese matiz intimista del flamenco, esos momentos de silencios donde solo brilla esa voz, ese toque, que conecta con nuestros sentíos más profundos.

Según cuenta Federico García Lorca, Manuel Torre dijo: «Todo lo que tiene sonidos negros tiene duende». Y el mismo poeta afirmaba: “Estos sonidos negros son el misterio, las raíces que se clavan en el limo que todos conocemos, que todos ignoramos, pero de donde nos llega lo que es sustancial en el arte”.

Inspirado en este concepto, y a sabiendas que no seré capaz de capturar el duende, he intentado aproximar mis fotos a esas raíces, a esa esencia, intentando fundir en negro todo lo superfluo, dejando a la vista aquello que, según entiendo, nos emociona. En definitiva intento mostrar las LUCES NEGRAS del flamenco, esas luces que nos conectan con la fuerza y el sentir del flamenco.

Soníos negros nace en 2015 para la II edición de La Isla Ciudad Flamenca. Durante estos dos años ha estado en la Sala El Cachorro, durante el Festival Flamenco La Isla en Triana, y en la taberna de Gonzalo Molina en Sevilla. En este tiempo ha evolucionado y regresa a La Isla con un nuevo formato. Se trata de una colección de instantáneas que he seleccionado basándome en criterios exclusivamente fotográficos y emocionales. Es decir, no se trata de una colección de artistas en la que se presentan los más relevantes del género. La elección se ha basado en aquellas fotos que reflejan esos momentos que han logrado emocionarme.

Juan Silva

 

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Justo en el extremo

Este escrito lo hice en el otoño de 2006 para acompañar esta foto en la exposición MAR. La foto está tomada en Cabo Peñas, Asturias.

«Justo en el extremo se observa el diálogo que mantienen la roca y el agua.

La roca callada escucha le eterna cantinela del agua. Esta, aturrullada, habla y habla, sus palabras chocan contra la piedra como caricias contra la piel. La roca se muestra indiferente ante las constantes caricias mientras su corazón esboza una suave sonrisa. No muestra su felicidad, es una roca.

El agua, perdidamente enamorada, continua con sus caricias esperando que algún día le responda. No sabe el agua que cuando el viento roza sus olas deposita sobre ellas los besos que su amada le envía a escondidas.

La roca continua mostrando su indiferencia mientras el agua persiste en su cortejo, pero la roca no tiene corazón. Inundada de sentimiento se emociona y… no llora. La roca es una roca y las rocas no lloran.»