Archivo de la categoría: Microrrelatos

Maruja

Ilustraciones Juan Silva 2018_14-Editar

Ilustración de Ana Triano

La última vez que la vi, escuchaba el toque de una guitarra. Sus ancianos ojos miraban las cuerdas con melancolía. Entre imágenes borrosas, vislumbraba un antiguo güichi donde un tocaor recogía el cante que Chururú hacía por cantiñas. Entre esos retales de recuerdos, Maruja revivió la mirada del cantaor incitándola a bailar. Sintió como su adolescente corazón palpitaba a compás cuando se plantó en medio y alzó los brazos…

Mientras ella evocaba el pasado en su butacón, yo la veía acariciar el aire con una mano y con la otra remover su refajo con gracia. Emocionado, lloré pa mis adentros.


Desconcierto

Ilustraciones Juan Silva 2018_13-Editar

Ilustración de Ana Triano

Nunca creyó en los viajes en el tiempo, pero allí estaba. Desde bambalinas veía en el patio de butacas lidiar un novillo. No daba crédito. Un momento antes oía en casa una vieja casete de flamenco.

Ahora un forzudo y un trapecista aparecían en el escenario. «¿Qué hago aquí?». Mientras cavilaba, un melodioso cante por tangos lo engatusó. El cantador le resultaba familiar, el bigote, el corbatín… «¡La cena!». Aturdido oyó unas montañesas flamencas a lo lejos y reconoció a José. «¡La cena se enfría!». Despertó en el sofá con su cinta del Niño de La Isla entre las manos.


A través del tiempo

Aquí os dejo un microrrelato que escribí para el número 13 de la revista LA FRAGUA, recordando a María Borrico:

María se dejaba oír en una venta junto al puente. Allí fue donde la descubrí. Una noche, mientras la sentía derrochar su poderío por cabales, me entregué a mis recuerdos. Mi infancia en la salina, el calor, el viento, el olor salado, el tacto de aquella borrica con la que iba y venía acarreando sal, de sol a sol, sin descanso. ¡Qué fuerza la de ese animal!, ¡qué tenacidad! Un quejío hondo interfirió en mis pensamientos y grité, asombrando a los presentes, ¡cómo canta la borrica! Ella cantaba aquello de “[…] yo er sentío pierdo” mientras su mirada atravesaba el tiempo.

Ilustraciones Juan Silva 2018_9-Editar

Ilustración de Ana Triano


Seguiriya

Aquí os dejo un microrrelato que escribí inspirándome en el Viejo de La Isla:

Ilustraciones Juan Silva 2018_11-Editar

Ilustración de Ana Triano

Su madre insistió y por eso se atrevió. Soñaba con hacer ese cante desde aquel día que, al escucharlo, su corazón despertó. Atrás quedaba la búsqueda, entre yunque, clavo y alcayata, del quejío flamenco, de la liturgia anhelada. Estaba tenso, oía el rasgueo de la guitarra recordando las enseñanzas de su hermana María. Apretaba las manos como queriendo atajar sus nervios mientras el tiempo latía en sus sienes. Los adultos cuchicheaban y se miraban con complicidad. Pedro, desde lo más profundo de su ser, dejó salir su desgarrado cante emocionando y deslumbrando a los presentes. Ese día, nació su seguiriya.

 


Tensión

Aquí os dejo un microrrelato que presenté a un concurso de relatos encadenados. Tenía que cumplir dos condiciones, que la primera frase fuese la misma con la que terminaba el relato ganador de la semana anterior y que no superara las cien palabras. He aquí lo que presenté.

Otoño de 2014

El muñeco fue el primero en cerrar los ojos. Perturbado. Poco a poco el resto de habitantes de la tienda hicieron lo mismo. Los soldados de plomo, los peluches, incluso el inmutable perrito piloto. Fue un reflejo inevitable. Nadie quería presenciar ese acontecimiento. La troupe de dinosaurios se volvió de espaldas. No daban crédito a lo que iba a suceder. ¡Bob Esponja pensaba pedirle matrimonio a Hello Kitty! Temían lo que ocurriría cuando él se enterase. Él, siempre la sintió como suya. Bob se acercó a Hello, atravesando una atmósfera donde el miedo olía a pánico. Desde un rincón en penumbra sus diabólicos ojos, ya abiertos, amenazaban iracundos.


Sombra y luz

Otro microrrelato:

«Esperó hasta dormirse y soñó con otra Navidad. Estos días pasados le habían envuelto en un halo de tristeza. Tantos rostros recordados le hicieron inevitable participar en un taciturno baile de ausencias. Sus recuerdos se hicieron especialmente densos ante la proximidad de este solsticio. Había vuelto a ocurrir. Primero los días comenzaron a acortarse tras la efímera noche de San Juan. Después, el verano terminó siendo devorado por la manida cartelería navideña.
Esta fecha ensombrece sus sentidos y, sin embargo, hace un año soñó con ella. Sabe que a partir de hoy, día tras día, la luz le irá arrebatando terreno a las sombras y eso le reconforta.»


Tic tac

Aquí os dejo otro microrrelato. Este tenía que cumplir tres condiciones, que la primera frase fuese la misma con la que terminaba el relato ganador de la semana anterior, que de alguna forma tratase del hambre y que no superara las cien palabras. He aquí lo que presenté.

«Recluida en el pozo seco, pronto se callará. Todavía puede gritar, y lo hace, desesperada, mientras anhela el brocal abierto hacia la cálida luz. Rodeada de frialdad, casi resignada, su corazón se va ennegreciendo. Siente cómo la rabia late en su interior. El tiempo pasa y ese latido persiste. Tic, tac, tic, tac… El latido se torna en despertador y, como si le faltara el aire, resucita. Un día más, su estómago vacío la despierta a gritos.»


Entre nudos

Aquí os dejo un microrrelato que presenté a un concurso de relatos encadenados. Tenía que cumplir dos condiciones, que la primera frase fuese la misma con la que terminaba el relato ganador de la semana anterior y que no superara las cien palabras. He aquí lo que presenté.

«Hoy parece que ella tiene la voz todavía más dulce que ayer. Como fruta madura que incrementa su nivel de azúcar. Hoy, al despertarla y oír su voz, recordé aquellas mañanas de mi niñez. Sus manos acariciaban mi frente mientras un olor intenso a Cola Cao me invadía. Susurrando mi nombre, me animaba a levantarme. Con los ojos pegados, deambulando, me dirigía a la mesa. Tras el desayuno, venían esos frenéticos minutos en los que sus manos me vestían. Después, el pack completo de instrucciones sobre mi aseo personal y al colegio. Aún recuerdo su voz mientras me anudaba los cordones. Ahora soy yo quien, cada mañana, tiene que atar sus zapatos.»